La mayoría de los países de América Latina después de su independencia vivieron un periodo de inestabilidad política. La élite criolla y los mestizos de clase media estaban divididos en liberales y conservadores que luchaban por instaurar un modelo de gobierno perdurable. Cuando los enfrentamientos entre bandos derivaba en inestabilidad política, los gobiernos caían bajo el control de caudillos, quienes ejercían el poder despóticamente, desconociendo las leyes, como José Gaspar Rodríguez, conocido como el Dr. Francia, en Paraguay, o Juan Manuel Rosas, en Argentina.

Los países latinoamericanos durante la segunda mitad del siglo XIX tuvieron conflictos territoriales.

Entre 1864 y 1870 Paraguay perdió territorio después de la guerra con Uruguay, Brasil y Argentina. Chile en 1874 declaró la guerra a Perú y Bolivia, que terminó con la anexión a Chile de un territorio ubicado al norte, con la consecuente pérdida de salida al mar para Bolivia.

Además de la agitación política, las sociedades del sur del continente americano comenzaron a transformarse por la migración. Italianos, alemanes y polaco, entre otras naciones europeas, emigraron a Argentina, Chile, Uruguay y Brasil; su presencia modificó las sociedades originales, muchos ayudaron a poblar regiones habitadas por indígenas, en un proceso de colonización interna que provocó guerras como la del Desierto de Argentina.

Las naciones independientes de América Latina no pudieron evitar la influencia de las grandes potencias en su vida interna. La exportación de capitales realizada por bancos europeos (principalmente ingleses) y estadounidenses, y la creciente inversión en ferrocarriles propiciaron la incipiente industrialización de algunos países, como México, Argentina y Brasil. El acceso al capital extranjero implicó para estos países el aumento de la deuda y, , como consecuencia, la dependencia al exterior. Por otro lado, algunos países comenzaron a exportar productos agrícolas, como el café y el azúcar, en Brasil y México, y carne en Argentina y Uruguay.